Fundada en la segunda mitad del siglo XIX por una familia ganadera jerezana San José del Valle, desde muy tempranas fechas, tuvo una fuerte vinculación a la tierra y por extensión a los movimientos campesinos.
En los primeros compases de su historia como barriada de Jerez, encontramos a vallenses enjuiciados con motivo de La Mano Negra. De esta manera, prácticamente toda la historia del lugar en el primer tercio del siglo XX estará marcado por los hechos que irán sucediendo en la ciudad matríz. Al igual que en Jerez, el sindicato mayoritario era el anarcosindicalista: la CNT. Y mientras tanto, en el apartado político, El Valle era gobernado a nivel local por un delegado de alcaldía elegido desde el ayuntamiento jerezano.
Sin embargo, como ha ocurrido con otros muchos municipios de creación reciente en la provincia de Cádiz, la Historia Contemporánea de la localidad, adolece de una mínima bibliografía. La memoria colectiva del Valle no se apuntala sobre estudios o publicaciones que la hagan reconocerse en su pasado. Los trabajos que existen son muy parciales cuando no han tenido una mala distribución, dificultando la labor de divulgación de los mismos. Sin la intención de ser exhaustivos citaremos algunos libros que hasta ahora conforman esa enjuta bibliografía. No se puede negar la importancia de los Hermanos Salesianos y su presencia en el Valle por lo que una de las primeras obras escritas cuenta precisamente esa historia. Hacemos referencia al trabajo de mediados de los años ochenta de los sacerdotes Jesús González Luis y Juan Manuel Espinosa. No obstante, como es fácil de comprender, es de una lectura sesgada e incompleta para nuestra finalidad.
Quizás el trabajo más completo hasta la fecha lleva la autoría de Juan Diego Pérez Cebada. Editado por la Diputación de Cádiz vio la luz a finales de los años noventa y afirmamos, hasta ahora, da la visión más íntegra sobre la historia del municipio gaditano, sin bien, adolece de una incursión más profunda en el apartado del Golpe de Estado de julio de 1936, así como la represión que se desencadenaría con la imposición militar sublevada y el posterior estallido de la Guerra Civil.
Finalmente encontramos un trabajo que se puede incluir dentro del apartado de memorias y recuerdos, es decir, una obra que se aleja en sus objetivos realizar una historia del Valle, más bien dejar constancia de una visión particular de una historia de vida. Siempre interesante, este tipo de trabajos deben ser tomados como bibliografía complementaria, no obstante debe ser tenido en cuenta. Nos referimos a la obra de José Tenorio publicado hace una década. Antes de dar paso al contenido del artículo nos gustaría destacar una pequeña publicación más que, hasta hoy, nos ha sido imposible su consulta. Manuel Moreno Bermejo, que ya publicó en 2008 una guía para el investigador en San José del Valle, posee un pequeño estudio titulado Los inicios de la represión franquista en San José del Valle, 1936, del cual no hemos encontrado ejemplar en los distintos centros de documentación y bibliotecas consultadas.
De Ubrique al Valle
Nuestro protagonista procedía de la localidad serrana de Ubrique donde había nacido en 1882. Allí se casó con Isabel Benítez Canto de cuya unión nacieron cuatro retoños: Antonio, Isabel, María y Joaquín, el benjamín. En torno a 1926 llegarían al Valle para poder trabajar la tierra. Según recuerdos familiares en terrenos pertenecientes a la finca La Peruela cuyo dueño había sido el Conde de Morphy. Para entender la situación del Valle en los momentos de la llegada de la familia Pazos Benítez hay que visualizar una barriada rural de la comarca de Jerez de la Frontera que a su vez colindaba con otros términos municipales como Arcos de la Frontera, Algar o Paterna de Rivera. La extrema pobreza de la mayoría de sus habitantes -campesinos sin tierra que se debían a la estacionalidad de la siembra y recogida de los campos-, contrastaba con los altos niveles de vida de una minoría que poseía el gran porcentaje de las riquezas. Joaquín Pazos, posiblemente, no pertenecía -al menos en primer término-, a los primeros, pues tuvo la capacidad de ser arrendatario de pequeños trozos de tierra incluso formar una pequeña cuadrilla de hombres entre los que se encontraban José Crespín Gómez, Antonio Lobato (a) el Quince o su propio hijo Antonio. De una manera u otra, la llegada de Joaquín Pazos y su familia al Valle correspondía a la necesidad de trabajo y la oportunidad que se presentaba en estas colonias creadas a raíz de parcelaciones privadas. Por contra, lo normal en la población rural jerezana era que las familias de jornaleros eventuales vivieran en gañanías, “edificaciones de una única pieza escasamente aireada e iluminada en la que los jornaleros dormían, comían y se refugiaban del mal tiempo”.
Mientras nuestro protagonista se instalaba, se iniciaba la crisis de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Sin bien, en los primeros compases de la misma, las obras de canalización desde el pantano de Guadalcacín -obra estrella comenzada tiempo atrás y que venía a paliar la crisis de la filoxera y del cereal-, tuvieron un importante revés pues pronto se contemplaron como insuficientes. Las críticas al Régimen apoyado por el rey Alfonso XIII crecieron e incluso, gracias a la prensa, nos han llegado algunas de las emitidas desde San José del Valle:
Chorrea sangre lo que ocurre en San José del Valle, tanto más porque, los abusos, los atropellos, las detenciones, todo lo malo que ocurre, ocurre precisamente porque los llamados a evitarlo son los que toleran, es más los que inducen a que ocurra.
No era para menos. Según Pérez Cebada las comunicaciones entre el Valle y las localidades más cercanas seguían siendo las mismas desde siglos atrás. Por lo que, por ejemplo, las inclemencias del tiempo impedían la mínima comunicación, con lo que esto suponía para el traslado de personas pero también para llegada de alimentos, medicinas, etc. El movimiento obrero comenzó a reorganizarse y en este ambiente de crisis generalizada encontramos la noticia de que a inicios de julio de 1930 la finca La Peruela ardió por completo. Según el rotativo las pérdidas fueron cuantiosas, aunque no hubo que lamentar desgracias personales. Cabe preguntarse, ¿estamos ante un intento de presión de los jornaleros contra los grandes terratenientes, en este caso los descendientes del Conde de Morphy? O por contra, ¿fue un acto premeditado por la oligarquía contra una supuesta ocupación de tierras por parte de jornaleros en paro? De momento no estamos en condiciones de aportar más que algunas hipótesis, lo que sí está más claro es que desde tempranas fechas Joaquín Pazos formaría parte de los colectivos críticos con la caduca monarquía. ¿Por qué afirmamos esto? Lo veremos a continuación.
El alcalde pedáneo republicano
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 intentaron, dentro del régimen de Alfonso XIII, dar marcha atrás a la dictadura y volver al sistema turnista de partidos. Sin embargo es bien sabido que la victoria en las principales ciudades españolas de las candidaturas republicanas dieron al traste con dicho plan y, dos días después, el rey marchó al exilio y se proclamó la Segunda República. Nadie, ni siquiera la oligarquía que lo había apoyado contra viento y marea, fue capaz o quiso dar su respaldo al Borbón. No obstante la llegada de la República al Valle no fue inmediata.
Los resultados de aquellas elecciones municipales repartieron los 38 concejales del ayuntamiento de Jerez entre antiguos monárquicos y republicanos a partes iguales: 19 para cada uno. A pesar de estos resultados las denuncias por pucherazos no se hicieron esperar por parte de los republicanos que reclamaban al menos cuatro concejales de los puestos monárquicos que correspondían a El Mimbral y San José del Valle. Se escudaban en la presión caciquil sobre los votantes rurales, presión mucho más fácil de ejercer en dichos medios que en la urbe jerezana. Algo de esto debió ocurrir pues el alcalde pedáneo de la monarquía Juan Trujillo se negó a entregar su acta. O al menos no lo hizo hasta que ya no tuvo más remedio. Nos referimos a las elecciones constituyentes celebradas en junio de 1931 donde, sin la presión caciquil y las candidaturas de las derechas desorientadas, hubo una aplastante victoria de las izquierdas representados en la coalición republicano-socialista. Será entonces cuando la alcaldía será entregada a Joaquín Pazos Canto. Este dato nos indica que sus inquietudes políticas vendrían de antes.
No tuvo que ser fácil el papel jugado como alcalde pedáneo. Desde tiempo atrás El Valle no contaba con partidas presupuestarias propias. Cada vez que se necesitaba alguna cantidad puntual se tenía que gestionar en el pleno municipal de Jerez. Durante los primeros compases de la República las preocupaciones de los nuevos gobernantes giraron en torno a la llegada de la luz eléctrica, el teléfono, el arreglo del cementerio o el adecentamiento del cuartel de la guardia civil. Las políticas laicas no tardaron en aparecer, más en una localidad donde los Hermanos Salesianos poseían tanta influencia y poder. Si ya, en el mes de mayo de 1931 se dieron algunos episodios anticlericales, conforme avanzó el año las quejas sobre los privilegios de los religiosos fueron en aumento. Se les acusaba de utilizar sin derecho la escuela y locales anexos a la Iglesia. La sociedad española cambiaba rapidamente y la población de San José del Valle no iba a ser distinta: la participación de la misma en las fiestas religiosas iba siendo cada vez menor y la influencia de los salesianos decayó.
Regresando a la vida personal de nuestro personaje, y según recuerdos familiares, en estos años de inicios de la República construyeron una casa que él mismo hizo pasando el puente de La Parada, camino de Algar, en el lugar conocido como El Retiro. Fueron años de duro trabajo pero también de cierta prosperidad para la familia pues pudieron abrir incluso una pequeña tienda donde vendían todo tipo de alimentos: aceite, vinos, cereales, etc.
No obstante, si hay un asunto candente donde se centró la vida del Valle en estos años fue en el tema de la tierra y la Reforma Agraria. Ya hemos vislumbrado los posibles problemas entre terratenientes y arrendatarios con el incendio de la finca de La Peruela. Veremos ahora, brevemente, la evolución de dichas políticas republicanas. Desde el gobierno de la nación se intentó paliar un problema secular que atenuaba especialmente a una provincia como la de Cádiz. En resumidas cuentas, gran cantidad de tierra fértil y rica en manos de unos pocos, frente una gran masa de población sin posibilidad de trabajarlas, con el ápice de la pérdida de las llamadas tierras del común a lo largo de las últimas décadas. A finales de 1932 se aprobaba la Ley de Reforma Agraria que intentaría paliar esta situación a través de la creación de los Jurados Mixtos -que mediarían entre propietarios y jornaleros-, la obligación al laboreo forzoso en tierras sin cultivar, la obligación de contratar primero a los trabajadores del término municipal, la jornada laboral de ochos horas y la prohibición de desahuciar a los arrendatarios que trabajasen la tierra. En este último punto nos gustaría detenernos pues, entre los recuerdos familiares ha quedado uno que brilla en la expresión de nuestro interlocutor de forma especial, dice así: “Era muy trabajador, con varios terrenos arrendados, incluso le ganó un pleito al Conde Morphy”.
¿A qué se refiere dicha afirmación? ¿Hubo realmente un juicio entre los descendientes de Morphy y Joaquín Pazos Canto? No lo podemos concretar a día de hoy, lo que sí es cierto es el avance de la Ley de Reforma Agraria sobre todo a partir del fracaso del intento de Golpe de Estado del General Sanjurjo en agosto de 1932 con la decidida aplicación de la misma sobre los grandes propietarios sospechosos en participar en el mismo. Y aunque no podemos confirmar esta última apreciación respecto al terrateniente Morphy, no deja de ser real que la finca La Peruela fue incluida, entre otras fincas jerezanas, en el decreto de intensificación de cultivos con el que se pretendió paliar el paro campesino a inicios de 1933. El avance de dichas políticas se reafirmó en agosto de ese mismo año cuando el gobierno acordó la aprobación de unos créditos para adelantos reintegrables que iban destinados a colectividades de campesinos. Para San José del Valle correspondió 61.607 pesetas.
Hacia el Golpe de Estado
Joaquín Pazos no desempeñó su papel de alcalde pedáneo durante toda la República. Debió ser destituido, como ocurrió en la mayoría de los gobiernos municipales, a raíz de la Revolución de Asturias a finales de 1934. Este dato viene respaldado por dos cuestiones. Por un lado la afirmación que indica que el alcalde pedáneo que inauguró el suministro y llegada del agua fue José Moscoso Quirós. Agua que, por cierto, venía a desembocar en tres fuentes: una frente al Molino, otra frente al Cuartel y la tercera frente “a lo de Rubio”. Por otro, los recuerdos familiares así como documentos que lo vuelven a situar en dicho cargo en 1936. Las terceras elecciones gubernamentales se celebraron en febrero de dicho año y dieron la victoria a la coalición de izquierdas aglutinadas en el Frente Popular. Para el extenso término de Jerez de la Frontera dicha victoria fue clara, obteniendo la coalición progresista un 58% de los votos frente al 42% del llamado Frente Antirrevolucionario. Lo recuerdos familiares, llegados este momento, también nos facilitan la filiación política de Pazos Canto: “mi abuelo siempre hablaba de Manuel Azaña, mi abuelo era de Izquierda Republicana”. No es de extrañar pues, dentro del Frente Popular, era el partido mayoritario de la provincia y el que más alcaldes obtuvo tras la devolución a la alcaldías por parte del Gobernador Civil.
La primavera pues, de 1936, para la política municipal vallense se presentó con muchas novedades. Sabemos de algunas manifestaciones celebradas aunque, según la prensa, de manera pacífica. Dicha versión difiere un tanto de la que nos ofrecen los Salesianos que indican que las manifestaciones comenzaban en El Retiro y que finalizaron atentando contra la parroquia y la Cruz del Monte. No obstante, ellos mismos indican que “sin demasiado éxito, ya que solamente se ocasionan algunos destrozos en la estatua de San José que preside la fachada de la iglesia y se cuentan algunos vidrios rotos”. De lo que no hay lugar a dudas es de las malas relaciones entre el representante de la curia, José Camps y el gobierno municipal. Debido a las mismas Camps, finalmente, fue sustituido por alguien que más tarde tendrá un peso específico en el destino de nuestro personaje: Ernesto Olivares Figueroa.
Respecto a la cuestión agraria la Reforma comenzada con el gobierno republicano-socialista tomó un nuevo impulso, aunque también es cierto que durante el gobierno de derechas no se abandonó. De esta manera, en el mes de mayo se anunciaron sesenta asentamientos más para San José del Valle.
Represión, huida y encarcelamiento
Parece ser que con las noticias del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 hubo algún conato de defensa el cual debió ser sofocado pronto al caer Jerez en manos golpistas en los primeros momentos. Poco o nada sabemos de los momentos vividos por Pazos Canto y su familia. De lo que sí tenemos constancia es del tremendo giro que dio su vida y la de los suyos a partir de entonces. Nuestro informante tiene grabado a fuego en sus recuerdos la fecha del asalto a la tienda de su abuelo por un grupo de falangistas llegados de Medina Sidonia: 27 de julio de 1936. Parece ser que nuestro personaje fue testigo del hecho: “regresaba del campo pero le advirtieron que se fuera, que huyera, así que pudo meterse entre los trigales y marcharse”. La oralidad también nos habla de cómo Isabel suplicaba que no hicieran más destrozos en la tienda y lo peor de todo: ese mismo día los sublevados se llevaron, junto con otros jóvenes del Valle, al hijo mayor, Antonio.
Se podría decir que, a partir de ese instante, la vida de Joaquín Pazos tomó tintes casi novelescos a no ser por la desgracia que entrañaron. Como otros muchos vecinos se vio obligado a huir hacia La Sauceda que había quedado en manos de la República. En este tiempo se comunicaba con su esposa a través de Antonio Lobato que, de alguna manera, iba y venía llevando comunicados y cartas. Cuando a finales de septiembre el poblado de La Sauceda fue bombardeado y destruido por los golpistas, Joaquín pasó a Málaga para posteriormente continuar hasta Almería -desconocemos el hecho de si vivió la llamada Desbandá-, y finalmente recalar en Valencia donde quedó hasta el final de la contienda.
Pero, ¿qué ocurrió mientras con su familia y su hijo mayor que estaba detenido? La familia Pazos Canto fue expulados de las tierras donde vivían y trabajaban. Lo perdieron todo, logrando refugiarse en un pequeño huerto en la zona del Pilar con un cuarto donde se vieron obligados a malvivir. Sin embargo la peor parte le tocó al hijo mayor: Antonio Pazos Benítez. Se conserva parte de la correspondencia que mantuvo con su madre desde el día siguiente de su detención hasta poco antes de su asesinato y desaparición. Como toda epístola de alguien retenido bajo su voluntad, son dignas de un amplio análisis: nos descubre datos como quienes son sus compañeros de celda; los diferentes sentimientos que transmite u oculta a su madre; cómo en un acto de defensa nunca nombra a su padre; o las distintas ordenes que va dando para que no se pierda la cosecha. La correspondencia finaliza en el 10 de agosto. Dice así:
Querida madre,
deseo que al ser ésta en su poder disfrutéis todos de buena salud que es lo que yo deseo. Yo quedo bueno hasta la presente.
Mamá esta mañana he recibido la ropa y ahí le mando a Usted la sucia. También he recibido una esquela en la ropa.
[…] Sin más que decirle por hoy. Recuerdos para todos y para todos los conocidos y conocidas. Y usted recibe el cariño de su hijo que le desea y lo es, Antonio Pazos.
Nunca más volvieron a tener noticias de Antonio. Tras este misiva, la más breve de las cuatro que mantuvo con su madre, se le perdió el rastro. Fue a través de la familia de otro de los presos: Domingo (a) el Sastre, vecino de Alcalá de los Gazules. A día de hoy se desconoce el paradero de su cuerpo.
El regreso al Valle
Los recuerdos familiares fechan el regreso de Joaquín a la provincia de Cádiz en 1940. Pudiera ser algo antes, al finalizar la guerra en 1939. De momento no hay documentación que lo asegure a ciencia cierta. Lo que sí podemos confirmar son los recuerdos que hablan del primer lugar que visitó a su llegada al cercano municipio de Algar: la vivienda de Juan Díaz, persona de derechas, amiga de nuestro personaje. Allí quedó un par de días hasta que continuó para El Valle. En la zona de El Tempul fue recogido por Juan Gutiérrez que se dedicaba en su camión a hacer portes de carbón. Fue llevado directamente al cuartel de la Guardia Civil, sin embargo, la oralidad especifica que el sargento -del que desconocemos su nombre-, permitió que visitara a su mujer e hijos y se entregara al día siguiente. Tras su detención fue trasladado a Jerez donde la justicia militar franquista lo enjuició. A día de hoy no hemos encontrado la documentación al respecto, pero muy posiblemente aparezca en próximas fechas. Isabel Benítez debió pedir avales pues los recuerdos familiares nos hablan como los sacerdotes Ernesto Olivares y Felicísimo Aparicio Picado testificaron a su favor. La familia defiende que Joaquín Pazos “impidió la quema de la iglesia y el convento de los Salesianos a raíz del golpe del 18 de julio, que él era de izquierdas pero que respetaba a los santos”. La condena a cumplir no debió ser extensa pues los recuerdos familiares dicen que estuvo presos siete meses.
A su regreso al Valle Pazos Canto pudo hacerse con un burrito con el cual iba por los campos vendiendo vino. Junto con esta labor pudieron sobrevivir porque su hija María era muy buena costurera por lo que mucha gente de los campos acudían a ella para que les arreglara la ropa: “En el Valle no había ni sastre”, rememora nuestro informante. Joaquín Pazos Canto falleció en 1965.
Conclusión
El acercamiento a la vida de Joaquín Pazos Canto nos permite vislumbrar que el discurrir de los años republicanos en San José del Valle es la historia de una población que intentó, por diferentes medios, llevar a cabo mejoras en su nefasta calidad de vida, así como un mejoramiento de la propia localidad la cual adolecía de las más mínimas infraestructuras. El atraso secular del Valle fue una acicate para que ciudadanos como Joaquín apostaran por implantar medidas políticas a su alcance, siendo el proyecto estrella el intento de implantación de la Reforma Agraria comenzada en 1933 y que tuvo su realce en la primavera de 1936.
Todo esto fue al traste cuando la población, a finales de julio, cayó en manos de los partidarios de la sublevación militar fascista. Partidarios de Falange Española se hicieron con el control de la situación y se instaló una prisión en la actual plaza Magone. Muy pronto dio comienzo la Guerra Civil y la represión de retaguardia que tuvo en los fusilamientos su cara más cruel. Entre ellos el del propio hijo de Joaquín. Sin embargo El Valle también tiene algunos lugares que hoy siguen siendo referencias de violencia y masacre: las tapias del cementerio viejo o los alrededores de la venta San Miguel. Las cifras de asesinados y desaparecidos están en torno a los 80. Pero no quedó ahí la injusta represión. A día de hoy se tienen más de 30 vallenses contabilizados que fueron hechos presos y enjuiciados por la Justicia Militar franquista solo en 1937. Las condenas oscilaron entre los seis y los treinta años de prisión, así como la pena máxima: la muerte.
San José del Valle tiene una deuda con su Memoria. Con la de tantas víctimas inocentes como la familia Pazos Benítez, los cuales solo querían una vida mejor, con derechos, justicia e igualdad de oportunidades. San José del Valle no debe permitirse, ni un instante más, dejar de descubrir su pasado; solo así se cierran las heridas, solo así se puede mirar al futuro.
Santiago Moreno Tello
Doctor en Historia Contemporánea
Grupo de Investigación Esteban Boutelou, Universidad de Cádiz